21º domingo del tiempo ordinario
24.08.08
Lecturas
Is. 22, 19 – 23
Sal. 137
Mt. 16, 13 – 20
Llegamos casi al fin del mes de Agosto; hemos pasado en estos días la fiesta de San Alberto Hurtado, además de haber recibido de nuestros pastores la semana pasada el lanzamiento continental del tiempo de preparación a
El libro de Isaías nos habla sobre un mayordomo real, o sea, alguien a quien se le ha encomendado el cuidado de la casa del rey, de preocuparse desde que se abre la primera puerta, y se cierra en las noches, de quien posee las llaves para transitar por ella, de alguien de confianza para el rey. Un puesto de riesgo y también de poder. Sin embargo, el profeta nos dice que el Señor sacará a ese mayordomo, y que pondrá a otro en su lugar. Muchos exégetas ven en esta promesa la venida del futuro Mesías, al ser Él a quien se le confiará
Pablo se asombra ante la grandeza de Dios, y se pregunta: ¿Quién penetró en el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su consejero?... Esa grandeza que ha descubierto Pablo le lleva a maravillarse porque no puede el hombre tratar de comprender la profundidad de los designios de Dios. La maravillosa alabanza de boca de Pablo nos debe hacer pensar y desear a Dios con todo el corazón; o al menos llevarnos a pensar con cuanta periodicidad nos acercamos con asombro ante el misterio de Dios en nuestra vida; o sencillamente a callar frente a tanto misterio con el que Dios nos ha redimido.
El Evangelio de Mateo, nos muestra a Jesús preguntando sobre quién dicen que es Él. La pregunta, no es solo por tener curiosidad, sino que también para comenzar a dar responsabilidades entre los discípulos. Pedro, que reconoce en Jesús al Mesías es designado cabeza de esa comunidad, a quien le será entregado el cuidado de
Pidamos al Señor aprender de su pedagogía, de caminar confiados en su presencia; de reconocerle, de saber que él confía en nosotros para continuar su Obra de salvación, que nos preguntemos quién es Jesús en nuestra vida y que podamos dar testimonio a quien nos pregunte de que Él es el Mesías de nuestra humanidad. Amén.
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